Visita a las ruinas mayas de Yaxhá en Guatemala

Vista de otro templo desde la cima del 216 Vista de otro templo desde la cima del 216

Cuando Hernán Cortés se lanzó a la conquista de México y Centroamérica se encontró con dos civilizaciones cuyo desarrollo, en muchos campos, asombraron al conquistador. Aztecas y mayas eran las culturas predominantes en esta parte del Mundo que iba a sufrir la maldición de la colonización por parte de los europeos.

Fue uno de los generales de Cortés, don Pedro de Alvarado, el encargado de expandir el dominio de la corona española en Guatemala y el que se abriría paso por la jungla para encontrar las avanzadas y organizadas ciudades mayas. Sin embargo, habían sido abandonadas mucho antes.

Aunque en el Guatemala de hoy el principal conjunto arqueológico es el famoso Tikal, aconsejo a todo el mundo que visite la selva guatemalteca del Petén no dejar de lado la cercana ciudad de Yaxhá.

Con sus más de quinientas estructuras, el conjunto arqueológico de Yaxhá – de más de 37.000 hectáreas y situado unos 30 kms al sureste de Tikal- es uno de los secretos mejor guardados del mundo maya. Se considera que fue erigida durante el período Clásico y habitada desde el 600 a. de C. al 900 de nuestra era. Las hipótesis sobre su abandono son muchas: por una terrible sequía, un crecimiento demográfico excesivo, una rebelión de las clases más bajas o por la erosión de las tierras de cultivo.

Una de las plazas de Yaxhá Una de las plazas de Yaxhá

Nosotros volamos desde la capital del país -Ciudad de Guatemala- al aeropuerto internacional Mundo Maya, en la selva del Petén. Pasamos la noche en un eco-hotel situado en medio de la selva, junto a un lago donde cocodrilos y multitud de aves nos acompañaban al amanecer mientras devorábamos nuestro desayuno.

Nos trasladamos en furgoneta hasta Yaxhá y nuestro amigo y guía Willy Posadas comenzó su clase magistral sobre este impresionante legado cultural maya.

Yaxhá está totalmente integrado en la selva del Petén. En los tiempos en que era una ciudad poderosa, sus avenidas y calzadas estaban totalmente despejadas. Talaron árboles, crearon sistemas modernos de canalización del agua y cultivaron las tierras para alimentar a los habitantes. Hoy en día, la selva ha vuelto a reclamar su terreno y nosotros caminábamos de sombra en sombra intentando soportar, de la mejor manera posible, el húmedo calor tropical que ya nos asfixiaba a las 9 de la mañana.

Éramos los únicos visitantes del parque aquella mañana. Teníamos toda una ciudad maya como Yaxhá para nosotros y aprovechamos para disfrutarla con tranquilidad.

El templo 216 de Yaxhá El templo 216 de Yaxhá

La parte que podemos apreciar no llega a ser más que un porcentaje de lo que llegó a ser. Las pirámides, templos, estelas -monolitos de piedra donde se grababan mensajes y hechos a modo de libros de historia de la época- y altares han sido ganados a la selva mediante un arduo trabajo arqueológico. Caminábamos entre dos pirámides sólo para darnos cuenta de que estábamos rodeados de montículos -de tierra, árboles y plantas- con la misma forma que las que podíamos observar desenterradas. No existen fondos suficientes para que Yaxhá al completo salga a la luz.

Además, la Yaxhá antigua cambiaba con cada rey de la ciudad. El carácter megalómano de estos personajes era un rasgo común a todos ellos. Cada rey, al morir, quería que se construyera una pirámide mayor que la tuvo su predecesor. Así, si hacemos un corte transversal en una de ellas -tal y como demostraron unos arqueólogos europeos que dejaron el tajo en la roca al descubierto para que la gente lo pudiera observar- vemos los distintos tipos de gradas en la mayoría de estas construcciones.

Otro de los atractivos de Yaxhá son sus dos campos de pelota. El juego de pelota tenía un carácter ligeramente bárbaro y era realmente complicado. Parece ser que los integrantes de los dos equipos tenían que conseguir colar una pesada y dura pelota por el medio de un aro situado a una distancia del suelo. Hasta aquí todo bien. La dificultad estribaba en que no podían cogerla con las manos sino sólo golpearla con codos o rodillas. Me huele a muchos empates a cero en tardes aburridas para los aficionados.

yaxha-guatemala

Sin embargo, el aliciente principal es que estas contiendas no eran siempre simples juegos. Se llegaban a dirimir problemas entre ciudades rivales -el que ganaba conseguía imponer sus propósitos sobre su adversario- y se especula con el sacrificio de los integrantes del equipo perdedor. Creo que estos deportistas corrían sin necesidad de recibir grandes sumas de dinero. Un ejemplo para los futbolistas de hoy en día.

Llegamos a la Acrópolis Este -existe otra orientada al Norte- y Willy nos explicó que en esta parte habitaba la aristocracia de Yaxhá. Los edificios eran de mejor calidad y se han conservado mejor.

Plazas públicas y templos forman explanadas donde se desarrollaba la vida cotidiana de la antigua metrópolis.

Vistas desde el 216 Vistas desde el 216

Los templos eran lugares para el sacrificio y el estudio astronómico. Aunque hoy aparecen como grandes pirámides de piedra gris -con manchas verdes causadas por la vegetación-, en la época eran policromados, siendo el rojo el color predominante. No os perdáis la zona de la Plaza C, donde se encuentra el único complejo de pirámides gemelas (una frente a la otra), exceptuando a su aliada Tikal.

Pasear por el lugar es no sólo una lección de historia, sino que la diversa flora y fauna del lugar hace las delicias de cualquier amante de la naturaleza. En nuestro camino hacia el famoso templo 216, nos encontramos una familia entera de monos aulladores que se desplazaba de rama en rama sobre nuestras cabezas. Sus alaridos se pueden oir desde kilómetros de distancia y parecen más propios de un felino de grandes dimensiones que de un mono.

Una estela de Yaxhá Una estela de Yaxhá

El templo 216 es el más alto de Yaxhá. Se pueden ascender sus más de 25 metros de altura mediante una escalera colocada en uno de los laterales. Inés, Sele y yo subimos y nos quedamos maravillados con las vistas que encontramos en la cima. La selva parecía ocuparlo todo. Veíamos el lago de Yaxhá y el resto era un manto verde sin fin.

Como me suele pasar en estos momentos de éxtasis sensorial, intentaba imaginar cómo sería esa misma ciudad en los tiempos de su cenit. Una lástima que se hayan inventado cosas como la Thermomix y no tengamos ya una máquina del tiempo que se pueda pagar en cómodas mensualidades.

Pasamos unas cuatro horas en el parque justo antes de poner rumbo a la majestuosa Tikal.

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