El Degree Confluence Project (DCP)

Una de las mejores cualidades de Internet, en su más amplia definición, es que es difícil sentirse solo.

No importa cuán específica sea tu afición y cuán minoritaria puedan parecer las obsesiones de uno, siempre hay otra gente, un buen puñado de ella, con similares intereses. Este blog es un ejemplo de ello.

Seis años y medio escribiendo de límites territoriales y sitios raros en mitad de la nada y cada día lo lee más gente (vamos a razón de casi cuatro mil visitas diarias, lo que supone que cada mes lee este blog casi la misma gente que en todo el primer año de vida de Fronteras ¡Viva y bravo!). Autobombo aparte, una de las consecuencias directas del enunciado anterior es que no importa cuán geek o friki seas, siempre habrá alguien mucho más geek que tú.

Y las fronteras no son una excepción.

Cuando empecé a escribir este vuestro blog  descubrí gente que viajaba cientos de kilómetros para recorrer un tramo de límite internacional en mitad de un bosque, o apasionados de los límites municipales.

Yo mismo he hecho alguna cosa así, en realidad.

Pero todos nosotros, gente como Ishosholoza, que convenció al guía de su autobús para cruzar ilegalmente la frontera del Congo, gente como Sherlock, que se juega una estancia en una cárcel rusa sólo para llamarme desde una triple frontera, o yo mismo, que estuve a punto de morir congelado mientras trataba de hallar el camino al punto más alto de los Países Bajos habiendo aparcado el coche en Alemania, todos nosotros, digo, quedamos como auténticos principiantes, pequeños aprendices, lamentables aspirantes al lado de la gente que hace el Degree Confluence Project.

 

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¿Qué señaliza exactamente esa bandera? Luego os cuento

El Degree Confluence Project (DCP para abreviar) es un proyecto que pretende nada menos que visitar y documentar la visita a todos los puntos donde se cruzan paralelos y meridianos.

¿Qué cuantos son? Muchísimos. 64.442, concretamente (es el resultado de multiplicar 179 por 360, más los dos polos). Como indican en la web, si estás en la superficie de la Tierra (y salvo que trabajes en la ISS lo estás) hay uno de esos puntos a menos a menos de 80 kilómetros de distancia, si o sí.

¿Y por qué? ¿Por qué ir hasta un punto donde se cruzan dos líneas imaginarias?

Cuenta la leyenda que en cierta ocasión le preguntaron al montañero británico George Mallory por qué demonios se le había metido entre ceja y ceja escalar ese peñasco medio nepalí medio chino que había sido nombrado unas décadas atrás como Monte Everest. La respuesta era la única posible: “Porque está ahí”.

La gente del DCP opina igual. De hecho, según palabras del fundador de la web y creador del proyecto, Álex Jarret, la primera vez que visitó un punto de confluencia allá por 1996 fue porque “me gustaba la idea de estar en un sitio representado por números redondos”. Ahí es nada. Así que lanzó su proyecto, y un sinnúmero de entusiastas se fueron con sus GPS a buscar líneas imaginarias cruzándose en mitad de la nada.

La de la foto de arriba, por ejemplo, pertenece al punto 75º S 0º, y fue tomada por un técnico de una estación antártica alemana situada cerca.

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46ºN 105º E, en Mongolia

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27º N 13º E, en el Sáhara Occidental

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80ºN 80ºW, en Nunavut (Canadá)

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0º 0º, en mitad del Océano Atlántico

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Barbacoa a 90º Norte

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79ºN 12º E, en Svalbard (Noruega)

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26º S, 137º E, en el Territorio del Norte (Australia)

 

Del total de puntos de confluencia existentes, el 60% están en el mar, un tercio en tierra y el resto, un 7%, en los casquetes polares. Para ser realistas y no perder (más) la cabeza sólo se consideran como confluencias primarias las que están en tierra o a una distancia desde la que se puede ver tierra. Hay más normas pero podéis consultarlas en la web. El caso es que claramente hay algunos puntos de confluencia más interesantes que otros. Por ejemplo, el de mayor altitud, el más escénico, los polos o los puntos 45×90, equidistantes del ecuador, el polo, el meridiano de Greenwich y la línea de cambio de fecha.

 

De estos últimos hay cuatro, dos en cada hemisferio. Los del hemisferio sur están en mitad del Océano, pero los dos del norte están en tierra. El occidental cae en el estado norteamericano de Wisconsin, junto a una pedanía minúscula llamada Poniatowski. Hay un monumento allí que informa de tan magno acontecimiento geográfico. El punto oriental cae en China. En el noroeste deshabitado y desértico de China. Lógicamente no hay mucha gente que lo haya visitado. De hecho hay exactamente dos personas que lo han visitado. Ni una más. Y claro, lo cuentan en DCP.

 

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Monumento e indicador en el suelo del punto 45×90. Mediciones posteriores demostraron que en realidad el punto está a poco más de 300 metros de distancia detrás del monumento, en tierras privadas. Hay hasta nueve visitas al punto en DCP. Mas info sobre el club 45×90 y las disfuncionalidades turísticas asociadas aquí.

 

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Mallory escalaba montañas porque estaban ahí. Pero los paralelos y los meridianos ni siquiera están ahí. Son imaginarios, son una invención, y además una invención reciente.

 

Y sin embargo de alguna manera también están ahí. O lo están para quien quiere que estén. Así que nuestro héroe de hoy, de nombre Greg Michaels y de nacionalidad norteamericana, decidió ir a darse un garbeo por el desolado interior de la provincia de Xinjiang a ver si en un punto tan jugoso encontraba una estatua de Mao o alguna otra cosa reseñable.

 

Así que voló a Ürümqi, tomó un bus a Qitai, buscó un bus a Jiang Jun Miao, supuestamente el pueblo más cercano a la confluencia, le contaron que no había bus al pueblo, ni siquiera carretera al pueblo, ni siquiera quedaba nada del pueblo, abandonado hacía tiempo; contrató un taxista, condujo nueve horas por el desierto y, finalmente, llegaron a su destino. Se hicieron una foto y volvieron.

 

No me digáis que no es glorioso.

 

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Vista desde las coordenadas 45º N 90º E. Debajo, pequeño montículo de piedras señalando el punto. Más abajo, los protagonistas de la hazaña y el vehículo que les transportó hasta allá.

 

Desde ya me declaro fan absoluto del taxista, llamado Ru Rong Zhao. Es el Tenzing Norgay de las confluencias frikis.

 

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Esta clase de viajes que están tan extremadamente alejados del turismo vacacional como lo está la Tierra del Sol, se realizan por motivos difícilmente explicables para los que no comparten la rara obsesión que los impulsa.

 

Los que haen estos viajes son denominados a veces viajeros sistemáticos o coleccionistas geográficos. Los coleccionistas de confluencias son unos, pero los hay de todo tipo. Gente que paga un carísimo aguachirli con aspecto de café en todos los Starbucks de EE.UU. y Canadá, que come en todos los McDonald’s del planeta, que visita todas las estaciones meteorológicas de Tailandia o que recorren las carreteras desde el kilómetro 0 hasta su final.

 

De esta gente, y de otra todavía más interesante (geocachers, ladrones de mapas, niños prodigio y frikis de la geografía en general) se habla en un libro que ya recomendé una vez y que vuelvo a recomendar ahora.

 

Un mapa en la cabeza, de Ken Jennings. No sólo trata temas que apasionarán a cualquier lector fiel de este blog sino que además está bien escrito. Si no lo habéis leido, dejad lo que estéis haciendo y acudid a comprarlo o robarlo a la librería más cercana. También está en Amazon en su versión digital, a un precio estúpidamente alto. En fin, que lo leáis. ¡Feliz fin de semana!

 

Mapacabeza